sábado, 23 de agosto de 2008

Un chino hace poemas japoneses



No sé hace cuántos años compré el librito, uno de los más pequeños en mis estantes o en algún otro lugar de la casa, ahora no lo encuentro, pero habrá sido hace unos quince: no puedo contarlos, ni tampoco las veces que lo he leído, en México y en Japón, a donde naturalmente lo traje y por donde ha paseado en mis bolsillos: Muere mi madre de Saito Mokichi, en la traducción de José Kozer en la que el poema conmovió tanto a la Monse que la hizo llorar en los vagones y las estaciones de metro, y hablarme por teléfono para contármelo, la tarde en que sin saber bien qué era ni la pena que le daría se había llevado el libro a Shinjuku Gyoen, nomás por lo pequeño que es en la edición de la editorial mexicana Verdehalago, que cabe en la palma de la mano. Ese día habremos hablado por primera vez de Mokichi, pero también de José Kozer, que le dio voz al poema en español, no directamente sino a través del inglés y no de la forma en que yo, que he traducido ya un número considerable de poemas japoneses, creo que hay que traducir, pero en cualquier caso de modo admirable, como prueban las lágrimas y la frecuentación. Ese día y otros hemos hablado de José Kozer y de sus otras traducciones japonesas (de Soseki, de Akutagawa, de Saigyo), y muchos más he lamentado no haberme traído uno solo de sus libros, que empecé a seguir desde aquellos Poemas de Guadalupe que iniciaron una de las más hermosas declaraciones de amor de la poesía contemporánea, continuada de libro en libro en una de las obras poéticas más formidables de la lengua y en la que muy pronto me atrajeron los constantes motivos orientales. O tal vez deba decir que muy pronto esos libros me atrajeron a su Oriente, empezaron a traerme —no solos: conspirando con otros— a mi Japón. Se imaginarán entonces la alegría que me dio recibir hace unos días en el buzón electrónico un poema de José, así sin más, en que el gran poeta chino de la época Tang Meng Hao-jan (o Meng Haoran, 689-740 C.E.) extrañamente hace poemas japoneses y otras cosas que yo también, no con tanta gracia:


INSTANTANEIDAD DE MENG HAO-JAN

Meng Hao-jan se agacha, oye crascitar al cuervo (¿al blanco o
           al negro?) defeca.

Se lava con agua de hamamelis, se coloca boca abajo, se abre las
nalgas, el sol y la brisa secan
a fondo el orificio: termina el
canto cloacal con un largo flato
afinado (címbalo, estertor).

Regresa a su mesa de trabajo (todo dispuesto): waka dedicada al
acto de la defecación. Aleja de
sí el pliego, lava el pincel,
guarda el tintero, y de vuelta
corrige (una sola vez, y para
siempre, que es como decir
nunca, y se sonríe) el texto:
hecho.

En una hoja de papel de arroz, sentado en el suelo, repite veinte veces
la waka, variando una palabra,
una palabra sola: son otras tantas
defecaciones, otros tantos flatos,
música varia, olores donde
reconoce la sustancia primordial
de la podredumbre, el pescado,
arroz, la berenjena, la fuerza del
agua de hamamelis (sin diluir):
terrones, lombrices de tierra, y
la pujanza de los surcos.

El reloj de arena indica el transcurso de la hora: té blanco. La tetera
esmaltada de verde bulle en
el brasero de hierro colado,
fuego azul (indoloro) negrura
insondable del hierro: el té
reposa. Meng Hao-jan, reposado,
reposa en su reposo, dos fondos
de agua, sin sed.

Un sorbo, y descansa: otro sorbo y se reconoce: otro de tantos reclusos,
un practicante más, fracción de
la vetusta tradición de su pueblo.
Nadie (esa otra mentira). Lava la
taza. Guarda el pliego de la
escritura del día entre los pliegos
de la escritura de los últimos días,
los numerosos rollos acumulados
durante cuatro décadas: tantas
meditaciones, bandadas de
cuervos, el estanque y la carpa
(lotos): nunca hace mención de
la madre, su padre el pedernal,
aquel episodio único, entre
nelumbos, de su efímera vida
amorosa.

Corta. Al patio, al patio a tenderse, esta vez boca arriba, a recibir en la
boca, primero entreabierta, motas
de polvo y luz: en la boca luego
abierta de par en par recibir a las
bandadas de cuervos (negros) la
madre longeva (aún dando la lata)
lápida el padre (accedió a la
longevidad verdadera): y del sol,
del mismo sol del mediodía la
pujanza de las heces, gorjeos
intermitentes, la risa.

9 comentarios:

矛盾 dijo...

Aprecio el anacronismo de un poeta clásico escribiendo en una lengua y en un género que no aparecerían sino siglos despues. Sin embargo me levanta un poco las sospechas de orientalismo. Recorde ese nefasto programa "ya es medianoche en china", donde presentan a un japones por chino. No quiero ni imaginar lo que diria un nacionalista chino...

... sin embargo el titulo del post me recordó a Mu Cao, del cual traduje dos poemas esta semana y que para mi sorpresa en su blog encontré un poema en japones...

矛盾 dijo...

Aprecio el anacronismo de un poeta clásico escribiendo en una lengua y en un género que no aparecerían sino siglos despues. Sin embargo me levanta un poco las sospechas de orientalismo. Recorde ese nefasto programa "ya es medianoche en china", donde presentan a un japones por chino. No quiero ni imaginar lo que diria un nacionalista chino...

... sin embargo el titulo del post me recordó a Mu Cao, del cual traduje dos poemas esta semana y que para mi sorpresa en su blog encontré un poema en japones...

矛盾 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
矛盾 dijo...

Grrrrr.. tuve un problema con esto y comenté tres veces la misma burrada...

en fin... te dejo el enlace de un poemita de Meng Haoran con todo y su pinyin...

http://www.xaxx.com.cn/HtmlUpload/2007-12-621050041.jpg

Aurelio Asiain dijo...

Te noto repetitivo. Pero no, no hay que sospechar. Son bromas de Kozer y cantar.

Anónimo dijo...

Hola, Aurelio
¿Me puedes ayudar con algo?

Leí "Samurai" de Hisaki Matsubara y en prólogo de Fernando Sánchez Dragó dice: "...en la lengua japonesa no hay -o no había- ninguna palabra que cabalmente significase amor."

¿Es esto posible?

Después aclara que usan la palabra "love"

Anónimo dijo...

Hola, Aurelio
¿Me puedes ayudar con algo?

Leí "Samurai" de Hisaki Matsubara y en prólogo de Fernando Sánchez Dragó dice: "...en la lengua japonesa no hay -o no había- ninguna palabra que cabalmente significase amor."

¿Es esto posible?

Después aclara que usan la palabra "love"

Aurelio Asiain dijo...

Bueno, Sánchez Drago... Pero sí, tiene razón. Dame unos días para responderte con calma, que ando a las carreras y salgo de viaje en unas horas.

Saludos,

AA

Anónimo dijo...

¡Interesante tema, Aurelio! Conozco la obra de Kozer, y su infatigable lucha contra lo anglosajón en su poesía, pero francamente ignoraba por completo acerca de estas traducciones.
Ahora voy a buscar más sobre él pues me he quedado interesada a partir de la lectura de tu blog.