jueves, 31 de julio de 2008

Shuntarô Tanikawa vuelto un río


E L R Í O


過ぎたことが
Lo que se ha ido
ふたたび私を遡ってきた
se remonta hasta mí otra vez
私は河になる
y yo me vuelvo un río.

見知らぬ記憶が
Los recuerdos desconocidos
その夜を開くと
se abren en la noche
私はどっとその中へ流れこんでゆく
y yo fluyo de pronto hacia su adentro.

(だが私は世界の井戸を満たせない
(Pero el pozo del mundo no podría colmarlo.
すべての雲になれない
No puedo ser todas las nubes.
一滴の露でもない)
Soy menos que una gota de rocío.)


           谷川俊太郎 / Shuntarô Tanikawa

miércoles, 30 de julio de 2008

Mira lo que te traje de regalo

El amigo Matías Letelier me pide que traduzca un mensaje que alguien dejó en la página del Club de Amigos de la Literatura japonesa de Facebook, y resulta ser una línea de Matsuo Bashô:

富士の風や扇にのせて江戸土産
fuji no kaze ya ôgi ni nosete edo miyage


¡Viento del Fuji!
Te lo traigo de Edo
en mi abanico.


Los diccionarios suelen dar souvenir como equivalente de miyage, y hay quien así lo traduce. No es lo mismo. Se souvenir es en francés “acordarse” pero en inglés, de donde lo toma el japonés, a souvenir no es un recuerdo, aunque también haya quien así lo traduce: es un objeto ligado a la memoria de un viaje, que la gente conserva para recordar dónde estuvo: memento, keepsake.
           El omyage no se conserva: se compra para regalárselo a la familia, los amigos, los compañeros de trabajo y decirles que se los tuvo en mente durante el viaje. O se compra, más frecuentemente, para cumplir con la obligación social de dar omyage, como muestra el que se vendan en la estación de Tokio, para tal efecto, omyage locales de todo el territorio japonés. (Algo tienen en común con los souvenir: suelen ser tan espantosos como inútiles.)
           Matsuo Bashô, que escribió su poema como hokku inicial de una cadena colectiva, se burla con gracia de esa costumbre: lo que regala no es ese mínimo abanico en el que está dibujado el Monte Fuji, sino un poco de aire. No es poca cosa, en este verano.

martes, 29 de julio de 2008

Me da su desnudez entre jirones

A N D R A J O S

La poesía
vino
antes del alba

vistiendo
raídas
palabras.

No tengo nada
que regalarle
y ella sólo me da

la desnudez
que alcanzo a ver
entre jirones.

Una vez más
remiendo
sus andrajos.



N O C H E

De noche
desde dónde
rumor de agua que hierve.

Una nada
de veneno
es medicina.

La gente invade
sin consideración
a la gente.

Sin palabras
fluye
el corazón

hacia la gente
hacia el silencio
hacia la tenue lámpara.



C A N C I Ó N

Alguien
está
cantándome

en tono de nube
con armonías
de árboles.

Un día el pulso
del corazón
va a detenerse.

Y la canción
en tu alabanza
continuará.

En la ribera
fluye la melodía
del agua.

En las ruinas
resuena la pausa
de la noche.



Y O

Bendito
en los pechos
y entre leves
sonidos,

en la Vía Láctea
y en las hormigas
de la hierba
bendito,

en ese momento
y en ese sitio
estaba

ese
yo,
vuelto a la tierra.

            Shuntarô Tanikawa



Traducción de Aurelio Asiain. Con los dos poemas finales de la entrada anterior, los tres primeros de los que aquí copio aparecieron en el libro Kôten. Lecturas cruzadas Japón–América Latina, publicado por la Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, 2005. Los dos últimos se publicaron también en la Revista de la Universidad de México, en Septiembre de 2005.

domingo, 27 de julio de 2008

Cuatro de Shuntaro Tanikawa

Á R B O L

Muy pronto seré un árbol.
El dedo medio me hormiguea,
hay brotes en mis yemas.
Me descubro otras hojas
en el dedo anular y el índice, y el brazo
se me bifurca en ramas ágiles.
Bajo la camiseta
tengo un tronco rugoso.
Los dedos de mis pies entran al lodo,
agua tibia me sube al bajo vientre.
Voy a dejar de ir a la escuela.
Voy a dejar el beisbol y la pesca.
Voy a quedarme quieto, hasta de noche.
La lluvia me refresca.
Nadie se fija en mí.
Pasan corriendo al lado.
Aquí me quedaré hasta que me seque.
Murmurando, cimbrado por el viento.



SECRETO

Alguien oculta algo.
No sé quién,
no sé qué.
Si lo supiera lo sabría todo.
Aguanto la respiración y escucho
el rumor de la lluvia por el suelo.
Algo estará ocultando.
Cae para que sepamos su secreto
pero no puedo descifrar su código.
Me escurro en la cocina,
husmeo,
veo la espalda de mi madre.
También oculta algo.
Piensa en sus cosas mientras ralla un rábano.
Me intrigan los secretos
pero nadie me cuenta nada.
Me asomo al agujero de mi pecho:
sólo veo, nublado, el cielo negro.



TOBA 1

No tengo nada que decir en este instante.
Estoy sentado aquí nomás, tomando el sol.
Mi mujer es hermosa
y mis hijos encantadores.

¿Te digo la verdad?
No soy ese poeta
que finjo ser.

Fui creado y aquí estoy, descartado.
Mira: aunque es oscuro el mar,
la luz rompe en las rocas.

De veras que no tengo qué decirte
salvo que el día está empapado de sol y paz;
aunque la sangre corra por las calles de tu ciudad.
Voy a estar siempre encandilado por este sol.


TOBA 11

No intento preservar este instante en el tiempo.
Tiene cierto valor
y no lo dejaré pasar inadvertido.
Pero la luz se escapa todo el tiempo

y aun estas palabras,
escritas en la arena
—aunque no por dedos—
están sujetas al capricho.

Mis hijos se parecen
a mí completamente, y no.
Estoy contento.

Como estos guijarros, conchas y trozos de botellas,
tan duro como frágil,
mi corazón humano se lava en la playa.


Traducción de Aurelio Asiain. Estos cuatro poemas de Shuntarô Tanikawa se publicaron por primera vez en agosto de 2004 en la revista mexicana Letras Libres. Toba es el nombre de un lugar de veraneo, cercano a Ise y célebre por sus perlas.

viernes, 25 de julio de 2008

Nube de palabras: ¿Has visto el viento?



Esta nube se llama como el libro de poemas con cuyas palabras se ha formado, y que se fue escribiendo hace años en lugares japoneses y mexicanos. El tamaño y el tono de las palabras corresponde a la frecuencia con que aparecen en el libro. Para ver la nube más grande, basta con pulsarla. Aquí pueden ver más nubes, y aun crear otras.

miércoles, 23 de julio de 2008

Siempre regreso por primera vez

Cada vez que iba en peregrinación al templo de Hatsuse, el poeta Ki no Tsurayuki (紀貫之 872-945, editor principal y prologuista de la primera antología imperial, Kokin waka shû) se hospedaba en casa de un vecino del pueblo. Por esto y aquello espació sus visitas. Cuando volvió, después de varios años, el hombre lo recibió con una frase que el tono volvía ambigua: —Ya sabes que esta es tu casa.
           El poeta cortó entonces una rama del ciruelo que ahí estaba y compuso el poema que ya conocen:

人はいさ心も知らずふるさとは花ぞむかしの香に匂ひける 紀貫之
hito wa isa/ kokoro mo shirazu/ furusato wa/ hana zo mukashi no/ ka ni nioi keru


Es insondable
el corazón del hombre,
pero en mi pueblo
huelen igual que antes
las flores del ciruelo.


El Hasedera, en las montañas al este de Nara y en el camino que va de Kioto al Gran Santuario de Ise, aparece también en el Genji monogatari, donde se dice que era famoso aun en China por la potencia milagrosa de la Kannon de Once cabezas ahí venerada, y en otras obras literarias de la época Heian y posteriores. El templo es muy anterior: se fundó en 686. Pero la imagen que hoy atrae a los devotos, una estatua dorada de una belleza resplandeciente, es muy posterior: de 1538. Vale la pena subir los trescientos nueve peldaños que conducen al edificio principal del templo, encaramado en la montaña, para verla. Pero es aun mayor el premio de asomarse desde la alta veranda a ver el follaje cerrado que llena la cañada, y entre el cual asoman, aquí y allá, los techos de otros subtemplos, la torre de una pagoda, un pasaje de la escalera cubierta, la entrada principal del templo y, más allá, otras montañas, no tan lejanas para tornarse azules, no tan cerca que opriman el espíritu. Lo que se siente es lo contrario: una liberación, una dicha tranquila. La vi en el rostro de uno de los monjes que pasó a mi lado mientras descansaba frente a la mínima pagoda, un instante antes de quedarme dormido y soñar contigo.

Un grillo en la cocina de Hugo Diego

Cada vez que les hago el cuento largo a los que me preguntan cómo me interesé en las cosas de Japón, hay un momento en que aparecen el sabio poblano Hugo Diego Blanco y su pasión por China y las misiones jesuíticas. No voy a demorarme ahora en ese cuento, que como digo es largo, sino sólo a contarles que después de años he vuelto a saber de Hugo y pedirles que escuchen la grabación que hizo hace poco en la cocina de su casa, en Tlaxcala, antes de leer mi nota del otro día sobre ciertos grillos japoneses:



El de la voz es, dice Hugo, su “huesped desde hace algunas semanas. Y hay muchos más. Los encuentro debajo de la cama, en la sala o saltando en la cocina.También en la biblioteca. En las noches sus conciertos son tan sonoros como una opera de Puccini.” Hugo no sabe a ciencia cierta cómo se llama ese grillo, porque allá “la gente se entretiene más comiéndolos que escuchándolos”, pero en cambio manda una foto: la que ven ustedes aquí.

sábado, 19 de julio de 2008

La vie en rose au chikatetsu


Pink Attitude se llama el libro que Gilles Fouchard y Jean-Marc Hellerier editaron para Liz Editions, de París, con el sencillo aunque laborioso expediente de pasearse por Flickr, ordenar lo ahí encontrado y, doy fe, obtener el permiso de los autores. Quisieron incluir la foto mía que aparece aquí abajo, y que cedí con gusto. Lo que en cambio no haré será comprar el libro, porque 40 dólares me parecen francamente demasiado por esto. Pero me encantará recibir un ejemplar de regalo, Bilo.



(La foto fue tomada de aquí.)

jueves, 17 de julio de 2008

(Para no mencionar el Monte Fuji)


The things one has to do, originally uploaded by ionushi.

Los dos o tres lectores que han seguido estas notas desde el principio sabrán que, como los samuráis y los luchadores de sumo, las geishas no están entre las cosas que me interesan de Japón. No me atraen, no me intrigan, las amigas que tengo en la profesión son más divertidas cuando no están en funciones y me fastidia escuchar una y otra vez las mismas preguntas de los visitantes, que ya podrían leer sus guías de viaje en el avión. Lo cual no significa que cuando una me sale al paso en las calles de Gion —azar tan raro como el de toparse con un mariachi en Garibaldi— desperdicie la oportunidad de tomarle una foto. Son populares de inmediato, y una buena manera de aparecerse en Flickr cuando ha estado uno más o menos ausente por un tiempo. Vean si no.

(Pero la foto se ve mejor aquí.)

martes, 15 de julio de 2008

Una jaula con grillos, nada más

Y una aclaración. El otro día dije que en la época Heian y en la época de Edo, es decir hace un milenio y un siglo, roughly speaking, se vendían en japón jaulas con grillos cantores. Todavía se venden, aunque no se dónde. El domingo pasado, luego de bajar el Monte Hiei por el lado del Lago Biwa y visitar el Gran Santuario de Hiyoshi, del que ya les contaré, vimos esta jaula colgada a la entrada de un restaurante de  soba. En la foto tal vez no se aprecia el tamaño de los bichos, que era considerable. El bambú que está al lado y el pepino dentro de la jaula darán tal vez una idea.




miércoles, 9 de julio de 2008

Al final del otoño, o ya en invierno

めぐりくる時雨のたびにこたへつづ
庭に待ちとる楢の葉柏

meguri kuru shigure no tabi ni kotaetsudsu
niwa ni tochitoru nara no ha kashiwa

A cada vuelta
de la helada llovizna
responde siempre
la fronda de la encina
que espera en el jardín.


Al volver como cada tanto a la fantástica página de Idiophonics, que recoge grabaciones de los sonidos naturales mencionados en una serie de poemas escritos por mujeres de la época Heian, advierto que se acompaña este waka de la Princesa Shikishi (式子内親王 Shikishi Naishinnō —1201) con unos segundos de lluvia primaveral. Pero es un poema del principio del invierno: así lo indican tanto su posición en las obras de la autora como la palabra shigure: llovizna invernal. Quién sabe por qué Hiroaki Sato, en su String of Beads: Complete Poems of Princess Shikishi (de donde proviene la versión de la página mencionada), la traduce como shower. ¿Y por qué he traducido yo kashiwa (柏) como "encina" y no como "roble" (quercus serrata)? Porque son árboles cercanos (los dos son especies de quercus) y porque me suena mejor.
       Este es el sonido que se escucha en Idiophonics:


      No he encontrado una grabación de shigure, pero el lector hurgará en su memoria. En cambio no he podido dejar de escuchar la premonición o de sentir la inminencia de otro poema, el de José Emilio Pacheco en El reposo del fuego:

El viento trae la lluvia.
En el jardín
las plantas se estremecen.


(Con un abrazo, Marta.)

martes, 8 de julio de 2008

A la luz de las llamas por el río

Hace poco más de tres siglos escribió Matsuo Bashô:

      おもしろうて やがてかなしき 鵜舟哉    芭蕉
      Interesante
      y pronto triste —barca
      de cormoranes.

Se refiere a la práctica del ukai. Al crepúsculo, a la luz de las antorchas, las barcas pescadoras salen al río y lanzan al agua los cormoranes. Las aves, sujetas a la barca con tiras de fibra de cedro largas de tres metros (te-nawa), se sumergen y, tras capturar la presa, vuelven a la superficie y la engullen entera, siempre empezando por la cabeza. Si es convenientemente grande, el pescado no llega al estómago de las aves, pues un cordel de cáñamo (kubiyubi) les cierra la base del pescuezo, donde lo alojan hasta que el pescador lo obliga a soltarlo.
     Siete siglos antes que Bashô, las memorias de una dama de la corte Heian que conocemos como Kagerô Nikki ("Diario de la efímera", 794) mencionan el ukai. Pero ya en un famoso himno de Kakinomoto no Hitomaro en ocasión de la visita de la Emperatriz Jito a Yoshino (no se sabe si la de 689, 690 o 691) aparece la pesca con cormoranes. Naturalmente, como tantas cosas en Japón, es de origen chino.
      Hace tiempo que el ukai ha perdido sentido económico pero, resuelto en atracción turística del verano, conserva cierta atmósfera ritual.
      Grabé el video de esta página el domingo pasado, 6 de julio, en el río Oi, que corre a los pies del Arashiyama. La secuencia fotográfica que puede verse en esta otra página es del 23 de junio del año pasado y la tomé en Uji, donde sólo intervienen pescadoras.

lunes, 7 de julio de 2008

La cuna de los Budas de mil mundos

E L   S E X O    D E    U N A    M U J E R

Es la primera boca, y no dice palabra.
La rodea un espléndido montículo de pelo.
Allí puede perderse cualquier hombre sensible.
Es la cuna de todos los Budas de mil mundos.

Otra vez Ikkyu Sôjun (1394–1481), ahora —con cierta libertad— de la versión inglesa de John Stevens en su Wild Ways: Zen Poems of Ikkyu (Companions for the Journey), pues el original es chino.

jueves, 3 de julio de 2008

Buda es lo que no puede ser Buda




Tres ejemplos más de los 一休道歌 Ikkyu-dôka (poemas morales de Ikkyu) que mencionamos el otro día. La Ley, en el segundo poema, es por supuesto la doctrina de Buda.

わが宿ははしらもたてずふきもせず雨にもぬれず風にもあたらず
waga yado wa hashira mo tadezu fuki mo sezu ame ni mo nurezu kaze ni mo atarazu

No hay pilares
en la casa en que vivo;
tampoco techo.
No la moja la lluvia.
No la golpea el viento.

*

我が法をいわでもいらぬ春の花もひらけてちらてつちとこそなれ
waga ga hou wo iwade mo iranu haru no hana mo hirake chirate tsuchi to koso naru

No les hablamos
     de la Ley a las flores
           de primavera,
pero caen y se esparcen
y regresan al polvo.

*

仏にわ心もならず身もならずならぬものこそ仏なりけり
hotoke ni wa kokoro mo narazu mi mo narazu naranu mono kozo hotoke narikeri

Si nuestro espíritu
     no podría ser Buda,
           tampoco el cuerpo.
Sólo puede ser Buda
     lo que no puede serlo.

martes, 1 de julio de 2008

Nota sin afinar pero con música



(Esta es para Alberto, que junta grillos).

Hace un año escribí aquí que el título de Luna en la hierba hace referencia a un poema de Fujiwara no Teika:

松虫の声のまにまにとめくれば草葉の露に月ぞやどれる
matsumushi no koe no mani mani tome kureba kusaba no tsuyu ni tsuki wo yadoreru

A la deriva
de la voz de los grillos,
vi en el rocío
de una brizna de hierba
alojada la luna.


No había caído en la cuenta de que en ese poema hay una alusión al que la última de las heroínas del Genji monogatari, Ukifune, recibe de su yerno, viudo reciente y nuevo pretendiente, hacia el final de la novela:

松虫の声を訪ねて来つれどもまた萩原の露に惑ひぬ
matsumushi no koe o tazunete kitsuredo mo mata ogihara no tsuyu ni madonio

Vine buscando
de dónde me llamaba
la voz del grillo,
de nuevo en el rocío
de la hierba perdido.


En ese libro escribí que los japoneses tienen nombres y oídos para más de una docena de bichos a los que nosotros indistintamente llamamos grillos. El precioso Lexique des espèces de mushi de Erick Laurent (Collége de France, Institut des Hautes Études Japonaises, 2002) explica que en este caso se trata del dionynus marmoratus de Haan, única especie japonesa de la familia de los eneoptéridos, cuya vida adulta se extiende de agosto a noviembre. El matsumushi, que se llama así porque vive entre los pinos (matsu es pino) y que en su nombre alude a la nostalgia (matsu es también esperar), es uno de los símbolo del otoños. Su treno, que los japoneses expresan con la onomatopeya chin-chi-o-rin, es de los más apreciados desde la antigüedad clásica. En la época Heian lo criaban en jaulas, y en uno de los capítulos más hermosos del Genji monogatari se cuenta cómo el príncipe Genji manda llenar de grillos el jardín de una de sus casas, previamente transformado en landa silvestre, para luego, con el pretexto de ir a escucharlos... Ese capítulo lleva el nombre de otro grillo: suzumushi, "grillo campanilla".
           En la época de Edo, tiendas especializadas vendían al matsumushi en jaulas. La demanda era sólo inferior a la de las jaulas del kirigirisu. El ruido debió de ser en esos establecimientos parecido al que acompaña la lectura de los sutras en el templo de Kioto consagrado al suzumushi y que vive de su canto, pues son multitud los fieles y curiosos que acuden escucharlo: el Suzumushidera. Según explica Laurent (apoyándose en el Kôjien y otras autoridades), hacia el final de la época Heian los nombres de uno y otro bicho se intercambiaron.
          Pero no son el mismo. Así canta el suzumushi:

          Así, el matsumushi:

          Así, el kirigirisu: